lunes, 23 de julio de 2012

Ribadeo-Lousada, 56 Km.


Domingo, 22 de julio de 2.012.

He salido de Ribadeo camino de las Catedrales y me he desviado un poco antes para ver también la Playa del Esteiro y que la marea fuera bajando. A pesar de que era pronto, había bastante gente y la marea, aún no permitía avanzar lo suficiente. Al final, conseguí ver bastante y, sobre todo, disfrutar a tope de un concierto de gaita entre las piedras de la playa, con una acústica de muerte y un gaitero, Fran, que se paseaba por las aguas mientras tocaba. Espectacular. 
Lo estoy rememorando ahora mismo, gracias a que grabé un poco con el teléfono y es genial. En las Catedrales, aproveché para perder mis gafas. Ya llevaban mucho tiempo conmigo, lo recuerdo perfectamente. Las compré en Tielmes, después de que, tras la primera noche del viaje, las espachurrara (dos juegos) a la mañana siguiente. Eran rojas, y bien duraderas, de 21/2 dioptrías, jajaja. Pero según el principio de acción y reacción, me he encontrado con otras, de la misma medida y con el cristal pelín más grande. De cine.
Pedelaee cuanto me fue posible, para llegar a Mondoñedo, parando antes para comer y ver a Fernando ganar la carrera. Juas!. Si coincido un día, con alguna carrera en España, le quito las alforjas a Rocinante y que nos echen un galgo. Le arranco las pegatinas a Fernando.
Mondoñedo es bastante hermoso y tiene una Catedral muy impresionante, un Seminario gigante y más iglesias. Las debieron de hacer para compensar la falta de creencias del Mariscal Pardo de Cela. Dicho señor, era no creyente y fue, en 1.492, condenado a muerte por dicha razón. Su mujer, espantada, fue a pedir indulto, que le fue concedido. Cuando volvía con él, fue detenida por unos soldados para evitar que salvara a su marido. A la hora convenida, al Mariscal, le rebanaron el pescuezo y, cuando la cabeza rodaba por el suelo, iba diciendo: credo, credo, credo.  (Contado por un octogenario).
Sin decir ni pío, por si las moscas, he salido del pueblo por la vía de los caminantes. Va cortando por entre los montes, sin tráfico y por sitios espectacularmente bonitos. Los horreos y los tejados, con grandes lajas de pizarra, e incluso revistiendo paredes, me tiene entusiasmado y hago fotos y fotos, jajaja. El camino, desde Mondeñoedo, sube y sube, pero mañana, bien lo sé, bajará, y yo con él, disfrutando del recuerdo de la subida y saboreando los olores, que entran hasta el corazón.
Dato anecdótico. Yo no sabía que los molinos de viento, los gigantes que están en las crestas de las montañas, hacen un ruido como de avión, pero aquí, en Lousada, que tengo cuatro a tiro de piedra, me permiten confirmarlo. 

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