Por fín lució el sol abiertamente e incluso quemaba, jajaja. Por la mañana hacía fresco, arranqué con la chupa, pero según las cuestas se iban sucediendo, sobraba toda la ropa.
La etapa ha sido de bonita, como todas he ido parándome en cuantas pequeñas poblaciones he ido encontrando en mi camino. En una de ellas y tras disfrutar de las bellezas de la forja de San Antonio baseliza, un humilladero precioso del 1.730, he coincidido con dos bomberos de Guadalajara, Josechu y Chiti que, como yo en este tramo del norte, van haciendo el Camino de Santiago. Ellos van por caminos y todo, con sus preparadas bicicletas. Nos comentamos las anécdotas y "sufrimientos", jajaja. Más tarde, en Goicolegea, visité la preciosa iglesia juradera de San Emeterio y San Celedonio, dos romanos que se convirtieron al cristianismo, lo que les costó que les rebanaran el pescuezo. La iglesia, la segunda más antigua de Bizkaia, (S. XVI)es una joya con un retablo flamenco impresionante. Me la enseñó, Juan Maria Zarandona, quien con toda amabilidad, la abrió para mí. El la conserva en condiciones y toca las campanas a mano, hecho extraordinario pues la mayoría son manipuladas eléctricamente. Sus dos cuerdas, atravesando la alta bóveda, me llamaron poderosamente la atención. Gracias, Juan María.
Allí, mis compañeros viajeros, me invitaron en el único bar, creo, a unos huevos con chorizo para chuparse los dedos. Gracias. Los preparó una menuda y encantadora mujer, con gran carácter y genio, que no le roba ningún encanto. Es de la opinión de no enseñar la iglesia a ningún extraño, por los peligros que, por robos, puede representar.
Desde aquí, nos separamos para no volvernos a encontrar. El resto del viaje, fue un placer de verdes y campos. Llegué a la base de Santo Domingo, la cuesta que debía subir para llegar a Bilbo. Esta cuesta, con el calor y el tráfico, es un infierno. Tras pasar cerca del aeropuerto, subes y subes, duro y rompe piernas, con un calor asfixiante. En una gasolinera que hay poco antes de remontar, me tuve que detener a comer un poco de chocolate con cereales y beber un tónico. Pero sobre todo a recuperar las piernas, jajaja.
Remontas y te encuentras con Bilbo a tus pies. Todo grande y hermoso. Aquí tengo familia. Metí los datos de la dirección en el teléfono gps y empecé a perderme, jajaja. Por no se qué motivo, la ruta me salía al revés, de abajo a arriba, lo que me confundía. Cuando me señalaba a la izquierda, yo a la derecha, jajaja. De pronto me encontré en un alto y, allá abajo, el casco antiguo. Descendí, para no pagar el ascensor, por una peligrosa, por estar las piedras de la calzada con musguillo, cuesta.
No me la pegué, por fortuna, pero pasé cierto miedo, por la gran inclinación. El trial que hice, cuando joven, y el control de los frenos, ambos, me ayudaron. Cuando por fín llegué al domicilio, donde me esperaban, iba muy cansado y hambriento, jajaja.
Pero los cuidados familiares, me curaron de todos los males. Después de comer y descansar un poco, continué hasta Las Arenas, donde me han prestado un piso para que pueda trabajar a gusto.
En el trayecto, pasé por una escuela de remo. Ahí tiene su base el equipo de Traineras Kaiku. Campeones hace tres años. Gozé de ver y aprender algo más sobre un tema que, aunque me encanta, desconocía todo. Incluso llamé barco o barca a la trainera, lo que provocó risas, jajaja. Me contaron que , el entrenador del equipo, Jose Luis Korta, es un fuera de serie. Que la trainera pesa 202 kg, están fabricadas de fibra de carbono y cuestan sobre 45.000 €. Cada remo, sobre 600. La llevan 14 personas, 12 remeros, un patrón, que lleva el remo timón y un proel, que también rema, por babor o estribor, según las necesidades. Entrenaron la ciaboga, pues en la última competición, es ahí donde perdieron un tiempo precioso. Desde la lancha con motor, Jose Luis, dirige y corrige las maniobras a grandes voces.
Y llegué al Puente Colgante. Obra de un discípulo, creo, de Eiffel. Bonito puente del que cuelga una plataforma que transporta, para cruzar la ría a personas y vehículos.