Viernes, 22 de Junio.
Vaya mala suerte. Me han rechazado la solicitud que había entregado para ser Vaca. Razón: Demasiadas solicitudes y pocas plazas. ¡Estamos apañados!. Gaviota si existe alguna posibilidad. Ahora, las he estado observando y tiene un vuelo en el dominan las térmicas, ya que lo hacen como si tuvieran motor. Van y vienen a su entero antojo sin batir la alas. ¡Chapeau!. Pero no se si me convence, porque también son carroñeras y no coincide con mi carácter. En fín.
Jejeje, ya estamos otra vez en el camino, gozando a espuertas después de la casi semana de parón. Salí todo contento por un bidegorria, que es una senda ciclable, después de subir a Portugalete. Por dicha senda, había bastantes ciclistas y algunos peregrinos. Como siempre ocurre en estas tierras, los campos son verdes y más verdes y ya estoy empezando a guardar recuerdillos para, cuando llegue a la estepa, darme alguna ducha de ellos y reverdecer otros tiempos.
Bidegorria a bidegorria, llegué a la playa de la Arena, de Zierbana. Aquí el camino se acaba, por la avería en un puente y hay que dar un rodeo, para llegar al último pueblo de Bizkaia.
Desde él, subimos por una escalera de muuuuuuchos peldaños y muuuuuucha pendiente. A mi me ha ayudado una pareja encantadora que se han empeñado en que fuera por ese camino, por su belleza. Con mucho esfuerzo, ánimos y risas, hemos conseguido subir al gordo y pesado de Rocinante a la cima.
Esta zona de Cantabria es de antiguas minas y, los restos que quedan de ellas, a mi me encantan. En la carretera, poco antes de Saltacaballos, he parado a preguntar en un bar-tienda, y sus mostrador y estanterías me han recordado viejos tiempos, con la bomba para servir el aceite y todo. Vaya chulada!. Me han invitado a un vino unos simpáticos y animosos parroquianos y he seguido para subir un repecho de aupa, largo y con una buena pendiente.
En Castro Urdiales, me han sellado la papela de peguerino y en una tienda de buceo Jon, Marcos y Judith, me han invitado a una coca loca y nos hemos deseado futuros estupendos.
Estaban de fiestas e iba yo, cuidadoso y lento, todo contento por el asfalto, por entre la gente, cuando una palmada, a escasa distancia de mí, me ha sobresaltado. Al mirar, me he encontrado con un enrojecido señor que me miraba y gesticulaba, con cara de ira, roja y a punto de explotar. Supongo que pensaba que yo iba distraído. Se parecía mucho a los hermanos Hernandez y Fernandez, de Tintín, jajajaj.
Me ha dado un ataque de risa y he tenido que salir por pedales. Menos mal que no llevaba bastón, jajaja.
Ahora estoy en un prado, pegadito al mar, pero estoy oyendo cencerros más o menos cerca. Espero que las vacas no se coman la tienda. Menudo frio!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, se respetuoso en tus comentarios. Gracias.