viernes, 8 de junio de 2012

Iribas-Andoain. 63 km. Vuelta a España en Bicicleta. Camino de Santiago del norte. Asi somos en 2012. Nacimiento rio Larraun




Fuertes vientos han azotado la tienda de campaña durante la noche que me han impedido dormir un tiempo razonable. A las 4,30 miré el reloj por primera vez y luego dormí a minimos hasta las 6,15, que me levanté. Di una vuelta por el pueblo para desperezarme y ver el amanecer que tenía unos preciosos colores. 
Ayer, me recomendaron ir a dormir en el nacedero del rio Larraun. Pero entre unas cosas y otras, más bien entre unos cientos de fotos y otros, se me echó la hora encima y me quedé a dormir en Iribas. El pueblo tiene una iglesia con un fabuloso porche y me dije: hoy duermo aquí. Pero la iglesia debe tener un rio por debajo pues emana una humedad desmedida. Es más, en tanto hacía unos fotos de las losas del suelo, preciosas, Rocinante se cubrió de un marrón oxido nada atractivo. Después de limpiarle y secarle a conciencia, decidí poner el tenderete en la campa de enfrente, algo menos húmeda. 
Por la mañana, ya que había madrugado mucho más de lo deseable, he decidido ir al nacedero. Glorioso. Pero no el nacedero. El día completo. Tras visitar el nacimiento y desayunar a la sombra de la mucha vegetación, vi castaños centenario, o milenarios, hayas, abetos, árboles y arbustos de todo tipo, babosas, y un animal que no había visto nunca. Una especie de perrillo, marrón, tamaño gato grande, que corre a saltos y tiene las orejas puntiagudas. Estaba lejos, pero lo gocé sobremedida. Y volví a mi campamento, que había dejado solo, por un GR que se empeñó en hacerme coger a la bici en hombros. Pero antes, mientras el rio se escondía en una sima y aparecía por otra, al subir por el GR, en una piedra, oh arcabuces de filibusteros!, vi fósiles de caracoles gigantes que me dejaron con  la mosca tras la oreja. ¿Estaría ya en el Cantábrico?¿Quien tiene el negativo o positivo que falta?
Recogí todo y bajé a Lekumberri comienzo, por así decir, de la etapa de hoy. Ahí, conocí a Juan. Un asturiano viajero que va camino de China. Nos dimos muchos abrazos y compartimos, como dos abuelitos, nuestras anteriores aventuras que nos supieron a gloria. Me recomendó que, lejos de hacer mi camino planeado para Donosti, hiciera una vía verde, de un viejo ferrocarril, el Plazaola.
Y menudo descubrimiento. Plenamente recomendable para cualquier persona. En bicicleta y en el sentido que yo lo hice, tremendamente glorioso. Los paisajes, se suceden y superan constantemente y la pista, en muy buen estado, aún con sus bachecillos y pequeñas piedras, en algún momento, no genera problemas. La sucesión de túneles (no los he contado, pero no andará muy lejos de los 30 o más) le confieren un carácter singular, especialmente el de 2,7 km. Hace frio, mucho y las luces se encienden cuando pasas por los sensores, pero a veces tardan un pelín y te encuentras un muro negro frente a tí. Llegas a creer que no se acaba nunca, jajaja. Cuando iba todo sorprendido por su largura y sin ver el final, a lo lejos, veo los faros de un coche. En un túnel a oscuras, por el que no pasan coches, ni uno, que de repente, a la mitad, más o menos, un coche esté parado, me doy muy mala espina, jajaja. Cacos, pensé. Tras evaluar mis posibilidades de huir o defenderme y ver que eran nulas, seguí avanzando todo entregado a que fuera lo que quisiera ser. Cuando ya estaba a 200 0 300 m. los sensores dejaron de funcionar y, en la oscuridad absoluta, en medio de la nada, sólo con los faros del coche a lo lejos, mi corazón latía todo alterado. Y resultó ser unos electricistas que estaban reparando los sensores que, algunos, no funcionaban, jajaja. Aún tarde un montón en salir y, cuando lo hice, bastante helado, me regodee a los rayos del poco sol que, a veces, caían.
Y así, túnel tras túnel, y paisajes maravillosos, unos tras otros, continué hasta pinchar la rueda delantera. No había comido apenas nada, así que, de las provisiones de emergencia que arrastro conmigo, me puse las botas. Y más continue. Flipa que te flipa. Puentes, pagodas. flores... no faltaba de nada. Hasta que llegué a Andoain, al albergue de peregrinos, con camita y ducha caliente. Que se agradece. Muchas gracias a las autoridades por las facilidades para su uso. Y por su confianza.
































































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