lunes, 16 de abril de 2012

Requena-Albalat del Sorells. 101 km. Asi somos en España en 2012. España en bicicleta.




Lo malo que tiene estar entre tan buena gente, es que te quedas pegado a ellos, jajaja. Hoy, por la mañana, desayuné de nuevo con ellos y nos hicimos la foto de recuerdo y luego, a las 8, llegó el nuevo turno, el relevo. Desde el principio, el trato con los recién llegados, fue una continuación de atenciones de los anteriores. Tenía que trabajar un poco en el ordenador y a la oferta de quedarme a almorzar con ellos, decidí hacerlo y cargar algunas cosas. Entre risas, planificación de la ruta de llegada a Valencia y tal, me dieron las doce de la mañana. Hacía un viento fuerte o muy fuerte pero, otra vez para mi fortuna, o me daba de culo o a tres cuartos. Genial. 

El equipo entrante y alguno del saliente.

Revisando el funcionamiento de los equipos.


Huía como misil de los fríos que llevo pasados y sufridos y deseaba con todas mis fuerzas tocar costa valenciana, para disfrutar de su cálido clima. El camino de Requena a Siete Aguas, Buñol y Valencia y más tarde, a Albalat del Sorells, fue variado y a veces, enigmático. Quería llegar a aquí, Albalat, porque unos amigos, maravillosos, viven en este pueblo. Eso significaba cama caliente, ducha placentera y amistosa compañía. 
Primero, me equivoqué y, sin buscarlo, acojonado, me vi dentro de la A3. Pedalee como un jabato para llegar cuanto antes a la primera salida, que fué la de El Rebollar. Piuffff!!!. No me gustan la autovías y a demás, no puedo ir por ellas. A partir de ahí, una belleza. La vía de servicio, de la que yo me salí, en algún momento, sin darme cuenta, dio paso a una pista, sube y baja, encantadora que me llevó, sin otra opción, a una entrada de la A3, pero en dirección Madrid. 
De repente, me ví en la sombra. Miré al cielo, sobre mi cabeza y allí estaba ella, de nuevo. Por prohibido, a pie, jajaja, escapé hacia una gasolinera cercana. Y rompió a llever fuerte. Cuando la nube, de nuevo, se fue, me integré a la vía de servicio y gozé de un tramo encantador, desde Siete Aguas, hasta Buñol, con vistas del mar y una bajada de vértigo (67 km/h, cosa que no pienso repetir). Paré a comer rápido y al salir, ¡por Tarsio!, la nube de nuevo. Esta vez, no me arredré. Pedí un café (una excepción auténtica) y esperé, paciente, a que se la llevaran los cabestros del cielo. Y al camino. Otra gozada de carretera. Pequeña, con muy poco tráfico, por parajes de huertas, naranjos, olivos, viñas.... Tuve que emplear la intuición muchas veces, pues llegas a cruces donde no hay a quien preguntar.


Cementera abandonada de Buñol

Tengo un tractor amarillo...

Huertos de viñas 

Huertos de cerezos (quizás)

Cómo en el Oeste, estuvimos enfrentados durante un rato, estáticos. Finalmente ganó él y volví grupas.

Cáctus de un chalets


Flor de Azahar

Aeropuerto de Valencia

 Recorrí muchos camís con olor a azahar. Es un olor dulzón, a flores, que invita a emborracharse de su aroma. Y si lo aspiras en cantidad, no se agota, te empapa hasta casi adquirir sabor. Por huertos, me acerqué a Valencia, hasta que una autopista me cortó el paso. Pregunté a unos Policias Municipales, que pasaban por ahí, justo frente al aeropuerto y me indicaron que tenía que meterme en la A3, a su llegada a Valencia. De nuevo, pedaleé con furia. Es demoledor ir rodeado de coches a toda pastilla, desviándose en cuanta salida necesitan. Y tú, las tienes que cruzar. 
Por fín entré, triunfante, en Valencia, contento de haberlo conseguido. Iba regular de hora y con muchos kilómetros en mis piernas. No había hecho ninguna entrevista, pero la provincia es grande y tiempo habrá. Tocaba buscar el sol y calentar mis huesos un poco. Pregunté a un par de ciclistas si existía la posibilidad de viajar en metro con la bici. Tenía intención de hacerlo, pues al pueblo llega este transporte. Pero no fue posible. Los sábados, por la tarde  no está permitido. Al pedal de nuevo, para llegar, una horchata después, al pueblo de mi descanso, con 101 km recorridos y con ganas de caer en la cama y no moverme en dos días, jajajaja. 

Mis amigos Luis y Marisol, recién llegados de la Sierra de Aracena (Huelva)

Castillo de Albalat dels Sorells




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