lunes, 25 de junio de 2012

Santoña-Guemes. 37 km. Asi somos 2012. Vuelta a España en bicicleta. Rocinante, bicicleta.


Domingo, 24 de junio. S. Juan. 

Voy a contar una historia de superación personal. Hoy, a punto de terminar mi etapa, conocí a dos personas. Padre e hijo . Tengo por costumbre, y no se bien porqué, acercarme a cuanta iglesia queda bajo mi campo de visión incluso, a veces, aunque esté en un montículo elevado y me tenga que desviar de mi camino. 
Eso fue lo que me ocurrió ayer, cuando me desvié para ver la Iglesia Abadia de Santa María de Bareyo. Subí el repecho que me separaba de ella y, bajo un gran quejigo, a su sombra, había dos hombres sentados. Aquí, en Cantabria, los cementerios, están pegados a las iglesias. Y el gran arbol, estaba junto a ambos.
No se que me animó a entablar conversación con ellos o ellos conmigo, pero no era mi intención hacerlo, tengo que reconocerlo. Sin embargo, poco a poco, nos fuimos abriendo y yo, cada vez estaba más impresionado. Estaban de visita en el cementerio. El uno, a su mujer. El otro a su madre. Muerta muy recientemente, a causa de los disgustos por problemas vecinales. Cuando me lo contaban, la congoja les impedía hablar. Y a mí, escuchar.
Pero, eso, aún dando para escribir, no es lo que voy a contar.
Manuel Martínez Bernardo, con los dos apellidos, (como dice su padre, si no, no es él, es cualquiera, y eso no es), de 48 años, trabajaba de albañil, hace cinco años largos. Y tuvo la mala suerte de caer de un tejado. En la caída, se destrozó un tobillo, que operaron en Valdecilla. La avería, mal tratada, según ellos, fue degenerando y tras varias operaciones, nunca la adecuada, al año y medio, le informaron que había que cortar el pie. En ese momento, llevaba un largo periodo sufriendo una gran infección, altas fiebres e incluso gusanos en las heridas que, por fortuna, impidieron la gangrena de la zona afectada, pues se comían el tejido muerto.
Manuel, se negó a la amputación y pidió el alta. A pesar de la resistencia del centro donde estaba hospitalizado por dársela, la consiguió. Con ella, fue a Laredo. Allí, el doctor Pérez Santamaría y la doctora Méndez le recibieron. La doctora le curó la infección en un mes y medio de intenso tratamiento. Después, tuvo que estar un año para confirmar que la infección no rebrotaba. Transcurrido ese tiempo, Pérez Santamaría, le operó, injertando, a trozos, un hueso nuevo, de 6 cm. 
Hoy, tras 3 años en silla de ruedas, puede andar, conserva su pie, y aunque con movilidad reducida por las varillas que lo sujetan, está feliz.
De baja definitiva, con invalidez permanente, Manuel dedica su tiempo a su gran pasión. Los pájaros. Heredada de su padre, gran conocedor, Manuel recorre todo el ámbito de Cantabria para grabar, con su cámara, imágenes que cautivan por su belleza y perfección.
En total, lleva 10 años y más de 8.000 carátulas registradas de pájaros carpinteros, verderones, jilgueros, pardillos, canariocos, ruiseñores, urrucas, arrendajos, tipitis, alcandones, herrerillos, malvis con el bajo de las alas rojo, etc. 
Preciosas y maravillosas imágenes, grabadas en alta definición, de las hambrientas crías rebiendo la comida de sus madres en el nido, bañándose... 
No sé escribir sobre la belleza de éstas. Me las enseñaba en el monitor de la cámara y me dejaba mudo. Perfectas. Pacientes tomas de una calidad e información deslumbrantes. Documentales que deberían difundirse. Sin trucos. Con el cocimiento adquirido a través de la experiencia y la observación. Un lujo totalmente desconocido, pues ambos, padre e hijo, saben llevar a efecto su pasión pero no más allá de las paredes de su casa. 
Manuel Martínez Cagigas, su padre, ha sido campeón en varias ocasiones de canto de jilgueros. Durante 8 años, fue grabando a jilgueros y elaborando una cinta con canciones que ponía a sus pájaros para enseñarlos. A través de pruebas, viendo a través de los "alumnos" dónde fallaba la muestra, la iba corrigiendo, quitando y poniendo nuevos trinos, hasta conseguir la cinta perfecta, la que le dio, después, muchos primeros premios. Esto lo hizo hace 25 años y conserva dicha cinta como oro en paño. Hasta su hijo, amante de los pájaros, admite que, para él, es imposible distinguir los matices de los timbres y cantos que, para su padre, resultan tan evidentes. 
El resto del viaje, una joya. Entre la gente que conocí y los parajes por los que discurrí, una auténtica gozada.
A dormir he venido al albergue "La Cabaña del abuelo Peuto".


Despertar desde el Monasterio de los Capuchinos








































Manuel Martínez, hijo

Manuel Martínez, padre.







1 comentario:

  1. Este viaje, pase lo que pase, es excepcionalmente bello, sobre todo por la gente... realmente especial....

    Un saludo

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